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La felicidad de volver a lo básico

Este año cumplo 33, hace 20 años recuerdo que esa gente que tenía más de treinta ya se le decía señora y seguro tenían la vida resuelta o por lo menos el plan perfecto para hacerlo. Todos se veían tan papas, tan empresarios, tan pudientes, tan grandes.

Pero en esa época para mí las preocupaciones eran otras; cruzar el río del colegio en el recreo, jugar escondite, comprarle chicles a mi traga del grado 11, ganar matemáticas, que las novelas no tuvieran tantas propagandas y que mi mamá llegara temprano los viernes para ir a comer helado en el Mimos que quedaba abajo del apartamento en el que vivíamos.

Mientras creía un poco más, soñé un montón, siempre he tenido un espíritu rebelde y pensamientos de justicia, aunque también el de reconocimiento rondaba mi mente, quería cambiar el mundo y quería que supieran que lo había hecho yo. Sí una mujer, sí una caleña, sí una mujer caleña de 1.56 cm, sí, yo. Así que al principio quise ser presidente, después pensé que la ambición era muy dura, así que decidí que gobernadora estaría bien.

La rebeldía me llevo a oler la miel de la política y temprano me di cuenta que eso no era para mí, pero igual quería ser reconocida, tener un puesto gigante, tener una casa linda, vivir, al menos, en Bogotá y porque no, que mis amigos dijeran …. Awww Nía la sacó del estadio, ser el orgullo de mis papás, el modelo de mi hermano y demostrarle al mundo de qué estaba hecha por dentro.

La vida siguió y ese se volvió el objetivo, todo se volcó para que así fuera y, debo admitirlo, pagar tus propios viajes se siente deli. Conocer Europa con tu amigo de la vida celebrando que cumples 30, quedará tatuado siempre en mis mejores recuerdos.

Pero también mi mundo rápidamente se fue convirtiendo en lo que otros querían de mí, o mejor en lo que yo creía que otros querían de mí, no importaba el precio. Pronto entendí el valor de la vida y lo porqué te pagan por el trabajo, pero también la satisfacción de tu esfuerzo y el reconocimiento que poco a poco te va endulzando el oído y que te envuelve como mirada de serpiente.

Mi peor miedo en la vida hasta hoy lo empecé a vivir un primero de abril, después de llegar de Las Vegas, con nuevos amigos y una maleta llena de accesorios de lujo, el vació fue inminente y el desasosiego que se llevó mi tranquilidad y mis días de sueño. ¿Acaso mi sueño no había sido este? ¿cómo se puede estar triste teniéndolo todo, incluso, teniendo más?

Entre kilómetros recorridos, pensamientos a mis verdaderas ilusiones de la infancia, espejos de vida y Dios, entendí que eso no me hacía feliz, y estaba agradecida porque tan solo a esta edad lo descubrí…. Falta tanto por delante y no vale la pena no ser feliz. No se vive para trabajar, no se trabaja para atesorar y no se atesora para mostrar.

Dos personas indirectamente hoy refuerzan mi decisión, Katherine Brand, es una mujer de unos 27 años, hace unos días tuve la oportunidad de escucharla en una conferencia sobre las mujeres negras y el pelo crespo. Su reflexión final fue que las mujeres se alisan el pelo buscando aceptación y encajar en una sociedad que pide que todas sean iguales. Ella tomó el riesgo y decidió andar en sus propias riendas, salirse del mundo, volver a los básico, a lo que la hace feliz y no a lo que otros esperan de ella.

La segunda persona es Residente, Rene Pérez, cantante puertorriqueño y del que todos cantamos “Atrévete – te – te” hace unos años. Hoy a sus 42 años, sorprende al mundo con una canción donde habla de la avalancha que fue su vida, sus subidas y bajadas y cómo hoy quisiera volver a lo básico, lo sencillo, cuando era verdaderamente feliz.

“Quiero volver a cuando mis ventanas eras de sol y me despertaba el calor, a cuando me levantaban pa jugar, a cuando rapeaba sin cobrar, quiero sacar las cartas ´del pelota´ del envase, volver a robarme segunda base. En verano hay navidades, limpiar la casa con mis hermanos escuchando a Rubén Blades, quiero volver, ir a cine en la semana, llegar a la escuela de arte en las mañanas, quiero quedarme allí, no quiero salir de allí, quiero volver a cuando no me dejaban entrar porque me vestía mal, quiero volver a sentir, a cuando no tenía que fingir. Yo, quiero volver a ser yo”

La felicidad no es atesorar, no es poder pagar todos tus gustos, no es que otros quieran tu vida y, menos, la sonrisa que tienes en Instagram. La felicidad es otra cosa; la familia cerca, la propia sanidad, la tranquilidad, la paz, el sueño profundo y el sentirse libre de lo que otros esperan de ti. Correr y disfrutarlo, trabajar porque te llena lo que haces no porque es lo que tienes y te toca, reír, deleitarse con los olores y dejar simplemente fluir. Ser feliz por dentro, volver a lo básico, disfrutar tanto como cuando cruzaba el río del colegio o comía helado con mamá los viernes por la tarde.

ESTEFANÍA ESPINAL E.